La única referencia que tenemos al nacimiento de Cornelia procede de
Plinio el Viejo, quien refiere que las niñas nacidas con los genitales unidos presagiaban malos augurios, como demostraba el caso de Cornelia, madre de los Graco. Este hecho explicaría, según Plinio y otros autores, la trágica suerte que corrieron sus hijos.
De la madre de Cornelia, Emilia Tercia, se dice que tenía una disposición amable y que mostró una lealtad inquebrantable hacia su marido, Escipión el Africano, objeto de la oposición de muchos senadores que criticaban sus costumbres griegas y su uso de novedosas estrategias en el campo de batalla. El historiador griego
Polibio la describe de la siguiente guisa:
Esta dama, de nombre Emilia, solía exhibir gran magnificencia siempre que abandonaba su casa para participar en las ceremonias a las que suelen acudir las mujeres, y disfrutó de la fortuna de Escipión cuando éste alcanzó la cima de su prosperidad. .. Porque, al margen de la suntuosidad de su vestimenta y las decoraciones de su carro, todos los cestos, tazas y demás utensilios para el sacrificio eran de oro o plata, .. y sus criadas y sirvientes eran igualmente numerosos.
Emilia Tercia gozó de una libertad y fortuna poco habituales para su época gracias al talante liberal de su marido, y sirvió de ejemplo a muchas mujeres de Roma, su hija Cornelia entre ellas. Prueba de su lealtad a Escipión fue la negativa de Emilia a revelar públicamente en 191 AC las indiscreciones de su esposo con una criada.
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Emilia Tercia, también conocida como Emilia Paula |
El padre de Cornelia, Publius Cornelius Scipio, había adquirido el sobrenombre de Africano tras su victoria en la
batalla de Zama, cuando lanzó a la caballería romana sobre la retaguardia de Aníbal, poniendo fin a 17 años de guerra.
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Publius Cornelius Scipio Africanus |
Escipión regresó triunfante a Roma, rechazando los honores que el pueblo pretendía investirle, a saber, el título de cónsul a perpetuidad o el de dictador. La consecuencia, si bien imprevista, de las rencillas políticas en las que se vio envuelto Escipión hacia 185 AC fue el matrimonio en 172 AC entre su hija Cornelia, que a la sazón tenía 18 años, y su antiguo rival Tiberio Sempronio Graco el Viejo, de 45 años.
Ya desposados, cuenta la leyenda que Tiberio descubrió en su casa dos serpientes, una hembra y otra macho. Los arúspices consultados le hicieron la siguiente advertencia: si mataba a la hembra, moriría Cornelia; si salvaba al macho, viviría él. A lo que Tiberio el Viejo habría respondido que pondría en libertad a la hembra, dado que su esposa era todavía joven y capaz de engendrar muchos hijos, que fueron en total una docena, de los cuales sólo sobrevivieron a la infancia Tiberio, nacido en 163 AC, Sempronia, y Cayo en 153 o 154.
Tal y como habían pronosticado los
arúspices, Tiberio el Viejo murió poco después, en torno al 154-155, dejando a Cornelia viuda y a cargo de tres niños. Educó a sus hijos con ambición, instruyéndoles en el arte de la política, la guerra y otras actividades propias de las elites romanas; tanto es así que se atribuía la grandeza de Tiberio y Cayo no a su nacimiento, ilustre de por sí, sino a la excelencia de la educación recibida de la madre.
Valerius Maximus relata que Cornelia recibió un día la visita de una próspera matrona de la
Campania que hacía ostentación de sus joyas. Las dos mujeres conversaron largo rato hasta que regresaron los dos hermanos, Tiberio y Cayo, de sus lecciones, momento en el que Cornelia se interrumpió para observar: "Estas son mis joyas".
Había procurado que Tiberio, desde su más temprana niñez, recibiera una formación exquisita, y para ello se había hecho con los servicios de los mejores tutores de la época, entre ellos el retórico Diófanes, griego desterrado de Mitilene, y el estoico Blosio de Cuma. El primero había instruido también a un adolescente
Marco Junio Bruto, y Plutarco lo consideraría, junto con Blosio, como el instigador de las reformas de Tiberio; por la amistad que le ligaba a su pupilo, fue condenado a muerte, junto con otros seguidores de Tiberio. El segundo, alumno de
Antípatro de Tarso, fue interrogado por los cónsules a la muerte de su discípulo con el fin de esclarecer su participación en el asunto. Blosio afirmó haber hecho todo lo que le había pedido Tiberio, a lo que los cónsules respondieron: "¿Cómo? ¿Y si Tiberio te hubiera pedido que quemaras el
Capitolio?" Y él repuso: "Tiberio nunca hubiera ordenado tal cosa", y ante la insistencia de los cónsules: "Y sólo lo habría hecho en interés del pueblo romano". Puesto en libertad, Blosio abandonó la ciudad para instalarse en la
provincia de Asia, donde tomó parte en la sublevación popular contra Roma orquestada por
Aristónico, pretendiente al trono de
Pérgano; fracasada la revuelta, se quitó la vida alrededor de 130 AC.
La elección de estos maestros para sus hijos no debe extrañar a nadie, pues la infancia de Cornelia había transcurrido en un entorno helenizante, refinado, en el hogar de su padre, un destacado helenófilo que redactó sus memorias en griego, que se afeitaba el rostro a la manera de
Alejandro Magno y que portaba la toga de forma tan poco romana que sus enemigos políticos, los conservadores encabezados por
Catón el Viejo, le acusaron de estar socavando las costumbres romanas y afeminando a los hombres de Roma.